Forma Descripción generada automáticamente
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Revista Multidisciplinar Epistemología de las Ciencias
Volumen 2, Número 2, 2025, abril-junio
DOI: https://doi.org/10.71112/vqb1zx28
LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL COMO RECURSO DIDÁCTICO EN EL PROCESO
DE ENSEÑANZA Y APRENDIZAJE
ARTIFICIAL INTELLIGENCE AS A TEACHING RESOURCE IN THE TEACHING AND
LEARNING PROCESS
Miguel Angel Miguez Gordillo
Ecuador
DOI: https://doi.org/10.71112/vqb1zx28
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La inteligencia artificial como recurso didáctico en el proceso de enseñanza y
aprendizaje
Artificial intelligence as a teaching resource in the teaching and learning process
Miguel Angel Miguez Gordillo
Soiyomiguel@gmail.com
https://orcid.org/0009-0002-2217-3706
Universidad Nacional de Chimborazo
Ecuador
RESUMEN
El propósito de este ensayo es analizar la implicación de la inteligencia artificial (IA) en la
educación, considerando sus potencialidades y desafíos. La IA tiene el poder de transformar la
enseñanza, permitiendo personalizar el aprendizaje y mejorar el seguimiento del desempeño
estudiantil. Su implementación plantea preguntas éticas, y pedagógicas y didácticas sobre el
papel del docente y la deshumanización del proceso educativo. La IA puede democratizar el
acceso a recursos educativos, aunque la brecha digital sigue siendo un obstáculo,
especialmente en contextos de bajos recursos. El uso de tecnologías educativas debe ser
equilibrado para evitar que refuercen desigualdades sociales. La IA debe complementar, y no
reemplazar, la labor del docente, quien continúa siendo un eje crucial en el proceso de
enseñanza. Es fundamental capacitación docente continua para gestionar estas herramientas
de manera ética. Se plantean líneas de investigación futuras centradas en el diseño de
sistemas de IA que promuevan una pedagogía crítica, la evaluación del impacto de la IA en el
desarrollo del pensamiento crítico y la reducción de la brecha digital.
Palabras clave: inteligencia artificial, educación, desafíos éticos, didáctica, ética
DOI: https://doi.org/10.71112/vqb1zx28
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ABSTRACT
The purpose of this essay is to analyze the implications of artificial intelligence (AI) in education,
considering its potential and challenges. AI has the power to transform teaching, enabling
personalized learning and improving the monitoring of student performance. Its implementation
raises ethical, pedagogical, and didactic questions about the role of the teacher and the
dehumanization of the educational process. AI can democratize access to educational
resources, although the digital divide remains an obstacle, especially in low-resource settings.
The use of educational technologies must be balanced to avoid reinforcing social inequalities. AI
should complement, not replace, the work of teachers, who remain a crucial axis in the teaching
process. Continuous teacher training is essential to manage these tools ethically. Future lines of
research are proposed, focusing on the design of AI systems that promote critical pedagogy, the
evaluation of the impact of AI on the development of critical thinking, and the reduction of the
digital divide.
Keywords: artificial intelligence, education, ethical challenges, didactics, ethics
Recibido: 9 de abril 2025 | Aceptado: 13 de abril 2025
INTRODUCCIÓN
En las últimas décadas, la inteligencia artificial (IA) ha transformado diversos sectores,
incluido el educativo. Su integración en las aulas redefine el papel del docente y amplía las
posibilidades de personalización, accesibilidad y eficiencia en el aprendizaje. Herramientas
como tutores virtuales, sistemas adaptativos y plataformas de análisis de datos permiten
atender las necesidades particulares de cada estudiante, optimizando así los procesos de
enseñanza y evaluación. Según García y Rodríguez (2021), la IA puede generar entornos de
aprendizaje más dinámicos y adaptativos. No obstante, esta promesa tecnológica no puede
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desligarse de una mirada crítica sobre sus limitaciones, especialmente en contextos de
desigualdad social, ética y pedagógica.
La misma ofrece beneficios significativos, su implementación no está exenta de riesgos.
El uso de algoritmos que reproducen sesgos, la deshumanización del aprendizaje o la excesiva
dependencia tecnológica pueden comprometer los principios fundamentales de la educación.
Freire (2020) advierte que educar es un acto de diálogo y transformación, donde el papel del
docente como guía sigue siendo irremplazable. En este sentido, la IA no debe sustituir el
vínculo humano ni el pensamiento crítico, sino ser una herramienta que complemente el trabajo
pedagógico. Se debe formar integralmente a los estudiantes sobre la base de los postulados de
la Pedagogía Holística, en donde la IA es solo un recurso didáctico que facilita el acceso a la
información, el sentido, la ética, la dirección, lo aporta el docente, el estudiante y el entorno
social que los acompaña.
El impacto de la IA debe analizarse también desde su capacidad para generar una
educación más equitativa. Baker y Smith (2023) señalan que los datos utilizados para entrenar
algoritmos educativos muchas veces reflejan realidades privilegiadas, lo que puede excluir a
estudiantes de contextos menos favorecidos. Es urgente indicar el procedimiento a seguir con
la IA para mejorar el proceso de enseñanza y aprendizaje inclusivos, especialmente cuando el
mundo genera cada vez más inequidades e injusticias. Esto implica desarrollar políticas
públicas que garanticen acceso a la tecnología en todas las comunidades, pero también
capacitar a los docentes para que puedan integrar la IA con responsabilidad, justicia y visión
crítica.
Asimismo, es necesario repensar cómo se utiliza la IA en la evaluación. Si bien esta
puede hacer más precisos ciertos procesos, no puede medir dimensiones complejas del
aprendizaje como la creatividad, la sensibilidad o la reflexión profunda. Como advierten López
et al. (2022), las herramientas automatizadas deben complementarse con métodos de
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evaluación cualitativos que consideren la diversidad de aprendizajes. Es fácil hablar de
categorías como equidad, inclusión y calidad educativa; lo fundamental es indicar cómo
alcanzarlas. Esto nos devuelve al punto esencial: sin una revolución didáctica no puede haber
una revolución tecnológica. Es responsabilidad de los pedagogos proponer las políticas, las
estrategias y las actividades que orienten un uso significativo y humano de la tecnología en la
educación.
Como señalan Sánchez y López (2021), la formación continua de los docentes es clave
para garantizar una integración ética y efectiva de la IA. El desafío no es solo técnico, sino
profundamente humano: cómo enseñar con tecnología sin perder la esencia de lo educativo.
Solo así la IA podrá contribuir a un sistema más justo, consciente y transformador, donde el
aprendizaje no sea solo eficiente, sino también significativo y profundamente humano.
DESARROLLO
El estado del conocimiento sobre la IA en la educación
La inteligencia artificial (IA) se está afianzado como un recurso capaz de transformar la
educación. Según Huang et al. (2021), la IA permite personalizar el aprendizaje al identificar las
necesidades individuales de los estudiantes, optimizando su progreso mediante intervenciones
específicas las cuales son dictadas por el docente, el mismo que debe cumplir lo que en su
planificación lo haya propuesto de esta forma se complementa con la IA como recurso didáctico
para conseguirlo
De esta forma, la tecnología puede ofrecer un enfoque eficiente y personalizado, lo que
implica un avance para el sistema educativo. Esta revolución tecnológica también plantea
preguntas éticas y pedagógicas sobre el rol de los docentes y la posible deshumanización del
proceso educativo, ya que el contacto humano es esencial para el desarrollo integral de los
estudiantes.
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Un aspecto a futuro de la IA en la educación es su capacidad para democratizar el
acceso a recursos educativos. Esto resultara especialmente útil en contextos donde los
recursos humanos son limitados, ya que los estudiantes pueden acceder a respuestas
instantáneas sin depender de la disponibilidad de un profesor. Plataformas y sistemas como los
chatbots educativos pueden atender consultas en tiempo real, brindando a los estudiantes la
oportunidad de aprender de forma autónoma y personalizada, pero en la realidad esto implica
el uso ético de la misma ya que el estudiantado por cumplir una tarea no revisa lo que hace
siendo algo altamente deshonesto y simplemente concluir una actividad solo por cumplir lo
asignado por el docente.
Según Martínez (2023), estas herramientas son un avance significativo, ya que permiten
que cualquier persona, sin importar su ubicación o situación económica, pueda acceder a
educación de calidad. La brecha digital sigue siendo un obstáculo importante, especialmente en
regiones con bajos recursos, donde la implementación de tecnologías de este tipo sigue siendo
limitada (Pedro et al., 2022).
El aprendizaje no solo se basa en la adquisición de conocimientos, sino también en el
desarrollo de habilidades sociales, emocionales y de pensamiento crítico. La interacción con los
docentes y compañeros de clase es fundamental para cultivar estas habilidades. Pero, la
dependencia excesiva de sistemas automatizados podría reducir las oportunidades para que
los estudiantes participen en dinámicas sociales y colaborativas. Como afirma Rodríguez
(2023), la IA, si no se utiliza con cautela, podría reemplazar el componente humano necesario
en la educación, afectando el bienestar emocional y social de los estudiantes y formando así
autómatas que cumplan una determinada actividad.
Desafíos éticos y pedagógicos
La utilización de la IA en la educación presenta desafíos éticos y pedagógicos
significativos, especialmente en lo que respecta a la privacidad y el manejo de los datos
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personales de los estudiantes. Los sistemas de IA recopilan información sobre el rendimiento
académico y el comportamiento de los estudiantes, lo que marca la necesidad de establecer
protocolos claros de seguridad y transparencia. Según Pérez et al. (2023), es fundamental
proteger los datos personales para evitar que la IA se utilice como una herramienta de
vigilancia o control. Tanto los docentes como las instituciones educativas deben ser
conscientes de la importancia de gestionar esta información de manera ética y responsable.
Aunque la recopilación de datos es fundamental para los sistemas de aprendizaje
adaptativo, debe garantizarse que la privacidad de los estudiantes se respete en todo
momento. La falta de regulaciones claras sobre el uso de los datos en entornos educativos
podría generar riesgos significativos, tal como señala Pérez (2022), exponiendo a los
estudiantes a posibles abusos comerciales o mal uso de su información personal.
Otro desafío ético importante es el uso indebido de la IA. Aunque la tecnología ofrece
grandes oportunidades, también puede ser mal utilizada si no se implementa con un enfoque
pedagógico claro. De acuerdo con Martínez (2022), la IA no debe ser vista como una panacea
que resuelva todos los problemas educativos, sino como una herramienta que, si no se utiliza
adecuadamente, puede tener consecuencias negativas. Los docentes deben ser responsables
de la selección y el uso de las herramientas tecnológicas, asegurándose de que se alineen con
los objetivos pedagógicos y curriculares propuestos, y que no sustituyan el contacto humano
necesario en el proceso de enseñanza.
Las oportunidades que la IA ofrece para la innovación educativa son innegables. Como
señala Jiménez (2023), el uso de la IA en las aulas puede revolucionar la enseñanza al hacerla
más accesible y personalizada. En ciudades como Málaga, más de 48,000 estudiantes han
sido introducidos a la IA, lo que refleja un esfuerzo por integrar estas tecnologías en el currículo
educativo y preparar a los estudiantes para el futuro digital. Estas iniciativas demuestran que, si
bien existen desafíos, también hay un fuerte impulso para integrar la IA de manera efectiva en
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el sistema educativo, con el objetivo de mejorar la calidad del aprendizaje no reemplazando a
los docentes sino como un asistente para elaboración de recursos didácticos para la educación
del futuro.
La IA debe complementar, no reemplazar, la interacción humana en el proceso
educativo, y se debe garantizar la privacidad y seguridad de los datos de los estudiantes. Como
afirman López y Hernández (2023), la clave estará en encontrar un equilibrio entre el uso de la
tecnología y la preservación de los elementos humanos esenciales para una educación
integral.
El rol del docente en la era de la IA
La utilización de la IA en la educación plantea interrogantes sobre el rol tradicional de
los docentes. Si bien estas tecnologías pueden complementar la labor educativa, no deben
sustituir la interacción directa con los estudiantes. Según González et al. (2021), los docentes
siguen siendo esenciales como guías y facilitadores del aprendizaje, promoviendo el
pensamiento crítico y la creatividad, aspectos que no pueden ser replicados por algoritmos. Es
fundamental que los educadores continúen desarrollando su labor como facilitadores de
experiencias educativas enriquecedoras que involucren tanto la tecnología como el aspecto
humano del aprendizaje.
La inteligencia artificial (IA) no debe ser vista como una amenaza al rol del docente, sino
como un recurso didáctico que complementa su labor pedagógica. Desde una perspectiva
crítica, Freire (2020) sostiene que el aprendizaje debe ser un acto de transformación y diálogo,
no de mera transferencia de información. Entonces partiendo de lo Freire se puede decir que la
educación debe ir más allá de la simple transmisión de conocimientos y convertirse en un
proceso en el cual los estudiantes y docentes interactúan de manera activa. En este contexto,
la IA puede servir como una herramienta valiosa para beneficiar la experiencia educativa, pero
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nunca debe sustituir el componente humano que es esencial para el aprendizaje profundo y
significativo.
El rol del docente sigue siendo fundamental, ya que es quien actúa como mediador
entre el conocimiento y los estudiantes. La IA puede ayudar a los educadores a diseñar
experiencias educativas personalizadas que respondan a las necesidades específicas de cada
estudiante, pero el docente sigue siendo el encargado de fomentar el pensamiento crítico y
promover la reflexión. Según García et al. (2022), la incorporación de la IA en el aula debe
tener en cuenta el contexto sociocultural y educativo en el que se encuentra, para evitar que la
tecnología refuerce estereotipos o exclusiones. Los docentes, por lo tanto, deben ser capaces
de gestionar y adaptar estas herramientas para que beneficien a todos los estudiantes,
respetando su diversidad. En este sentido, Vera Rojas, Guzñay y Ponce Naranjo (2017)
sostienen que el docente debe asumir una actitud crítica y reflexiva, articulando su práctica con
fundamentos teóricos sólidos que le permitan contribuir activamente a la transformación de la
realidad educativa.
El uso de la IA permite a los docentes enfocarse en tareas más creativas y
significativas, como la adaptación de contenidos a las necesidades individuales de los
estudiantes. Esto también les permite dedicar más tiempo a la reflexión pedagógica y al
acompañamiento de los estudiantes en su proceso de aprendizaje. La implementación de estas
herramientas exige una capacitación constante de los docentes para que puedan comprender y
gestionar eficazmente la tecnología. Como señalan Sánchez y López (2021), la formación
continua en el uso de tecnologías emergentes es clave para que los educadores puedan
incorporar la IA de manera ética y efectiva en el aula.
Según López et al. (2023), el docente debe seguir siendo el pilar del proceso educativo,
promoviendo el aprendizaje reflexivo y la construcción crítica del conocimiento, mientras utiliza
la IA como un complemento que enriquezca este proceso. A medida que la tecnología avanza,
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los educadores deben estar a la par de la tecnología ya que serán quienes guíen a los
estudiantes en el uso de herramientas tecnológicas sin perder el enfoque en el desarrollo
humano integral. Para lograrlo, es fundamental que los docentes reciban formación continua en
el uso de estas herramientas y que se establezcan normativas claras sobre el manejo de datos
y el uso ético de la tecnología.
Relaciones y contradicciones en el uso de la IA en la educación
La presencia de un educador sigue siendo fundamental para motivar, inspirar y
fomentar un aprendizaje reflexivo y crítico. Si bien la IA puede enriquecer el aprendizaje,
también existe el riesgo de que, si no se utiliza de manera consciente, refuerce modelos
educativos pasivos. Los sistemas automatizados pueden llevar a los estudiantes a una
dependencia excesiva de la tecnología, disminuyendo su capacidad de cuestionar y reflexionar
de manera crítica sobre los contenidos que se les presentan. Según Jiménez (2023), es
esencial que la IA se utilice como una herramienta que potencie el aprendizaje activo, donde
los estudiantes interactúan con el contenido, los docentes y entre ellos mismos, en lugar de
simplemente recibir información de manera unidireccional. De lo contrario, podría contribuir a
una educación más mecanicista y menos creativa.
La IA también tiene el potencial de reforzar desigualdades ya existentes en el sistema
educativo. Diversos estudios han señalado que los algoritmos utilizados en plataformas
educativas pueden perpetuar sesgos que afectan negativamente a estudiantes de
comunidades marginadas. Según Baker y Smith (2023), los sistemas de IA en la educación a
menudo están diseñados con datos que reflejan las desigualdades sociales y económicas, lo
que puede llevar a que los estudiantes de sectores desfavorecidos reciban menos
oportunidades de aprendizaje o evaluaciones injustas. Esto resalta la necesidad de diseñar
tecnologías inclusivas y participativas que consideren las diversas realidades de los estudiantes
y que no refuercen las disparidades existentes en el sistema educativo, esto está a cargo de los
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organismos rectores de la educación de cada uno de los países latinoamericanos pero debe
ser transversal entre todos los autores del sistema educativo.
Deshonestidad académica
La deshonestidad académica, un fenómeno que persiste como sombra en el ámbito
educativo, se hace especialmente latente en la educación superior. Aquí, se manifiesta en
formas que van desde el plagio hasta la copia en exámenes, suplantaciones de identidad y
falsificaciones de todo tipo. Un estudio reciente realizado por Domínguez Lara y Lingán
Huamán (2022) revela tres dimensiones fundamentales de estas prácticas: el engaño en los
exámenes, el plagio y la falsificación. Aunque no se encontró una relación directa entre estas
conductas y la autoeficacia académica, los autores insisten en la urgente necesidad de
implementar intervenciones formativas que fortalezcan la integridad académica, convirtiéndola
en un eje central de la formación universitaria. La persistencia de estas actitudes no solamente
amenaza la calidad del proceso educativo, sino que también pone en entredicho la evolución
ética de los futuros profesionales.
Desde una perspectiva sociocultural, las percepciones de los estudiantes acerca de la
deshonestidad académica son sorprendentemente diversas, lo que lleva a una normalización
inquietante de estos comportamientos. Tapia Tovar, Orenday Tapia y Gómez Flores (2023)
destacan que muchos estudiantes ven el plagio y la copia más como actos de colaboración
entre pares que como comportamientos deshonestos, lo que revela una desconexión alarmante
entre los valores que promueven las instituciones y las prácticas que realmente se llevan a
cabo en el aula. Esta perspectiva obstaculiza la efectiva implementación de estrategias de
prevención y pone en evidencia la necesidad de una formación ética que tenga en cuenta el
contexto sociocultural de los estudiantes, además de la creación de espacios para un diálogo
crítico sobre la honestidad en el aprendizaje. En medio de esta compleja situación, la
inteligencia artificial (IA), ha transformado radicalmente las maneras en que se manifiesta la
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deshonestidad académica. Herramientas como los generadores de texto impulsados por IA han
dado lugar a lo que Chan (2023) ha denominado AI-graffiti, un nuevo tipo de plagio donde el
estudiante presenta como propio un contenido fabricado por algoritmos. Este nuevo fenómeno
plantea desafíos inéditos para las instituciones educativas, las cuales se ven obligadas a
replantear sus políticas de evaluación, garantizar la alfabetización digital tanto de docentes
como de estudiantes, y promover una ética de uso responsable de la tecnología.
La evaluación del aprendizaje en la era de la inteligencia artificial
La retroalimentación automatizada proporcionada por los sistemas de IA debe
complementar, pero no reemplazar, el juicio profesional del docente, quien es capaz de
comprender las dimensiones más complejas del proceso de aprendizaje, como la creatividad, el
pensamiento crítico y la interacción social. Si bien la IA puede ofrecer una retroalimentación
rápida y precisa sobre aspectos técnicos o cuantificables, el docente tiene un papel clave en la
interpretación de resultados, el fomento del desarrollo emocional y la estimulación de
habilidades cognitivas superiores.
En este contexto, la evaluación del aprendizaje es un aspecto a tener en cuenta. La IA
puede ser una herramienta para realizar evaluaciones formativas y personalizadas, lo que
permite a los docentes hacer un seguimiento más preciso del progreso de cada estudiante.
Gracias a su capacidad para analizar grandes cantidades de datos, los sistemas basados en IA
pueden ofrecer una visión detallada del rendimiento, identificando áreas de mejora y adaptando
las actividades didácticas a las necesidades individuales. Esta capacidad de personalización
puede contribuir significativamente a mejorar los resultados educativos, especialmente en
entornos con diversidad de habilidades y ritmos de aprendizaje.
De acuerdo con López et al. (2022), los sistemas de evaluación basados en IA deben
ser transparentes y estar libres de sesgos para garantizar que todos los estudiantes sean
evaluados de manera justa. Si no se gestionan adecuadamente, los algoritmos pueden
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reproducir sesgos existentes, afectando negativamente a estudiantes de comunidades
marginadas o con características particulares. Por lo tanto, es esencial que los diseñadores de
estos sistemas tomen en cuenta la diversidad y las diferentes realidades de los estudiantes, y
que se establezcan políticas claras para regular el uso de la IA en los procesos evaluativos.
En última instancia, la integración de la IA en la evaluación debe ser un proceso
equilibrado, en el que la tecnología apoye al educador sin desplazar su función fundamental
como guía y mentor en el aprendizaje.
A modo de cierre se puede decir que la implementación de la Inteligencia Artificial (IA)
en la educación debe ser abordada de manera ética y reflexiva, asegurando que esta
tecnología no solo transforme la enseñanza, sino que lo haga de forma alineada con los valores
educativos fundamentales. Según Gómez (2022), la integración de la IA requiere una
evaluación crítica constante de sus implicaciones didácticas y su impacto en la equidad del
aprendizaje. Es crucial analizar cómo estas herramientas pueden influir en las dinámicas
educativas y garantizar que se utilicen para cerrar brechas, en lugar de ampliarlas.
Para lograrlo, los educadores, en conjunto con los desarrolladores de tecnologías
educativas, deben colaborar activamente en el diseño y la implementación de soluciones
tecnológicas. Estas deben estar orientadas a optimizar el aprendizaje, adaptándose a las
necesidades específicas de los estudiantes y respetando la diversidad de contextos. La
personalización del aprendizaje mediante IA no debe comprometer la calidad ni los principios
éticos que aseguran una educación inclusiva y accesible para todos, conservando la
originalidad en cada una de las diferentes propuestas emergentes ya en qué ese sentido el
docente será quien elija lo mejor para su catedra.
Es fundamental que el uso de la inteligencia artificial (IA) en el ámbito educativo se base
en investigaciones minuciosas y en principios pedagógicos bien establecidos. No se trata solo
de añadir tecnología por el mero hecho de hacerlo; es esencial comprender cómo estas
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herramientas pueden ser integradas de manera significativa en los procesos de enseñanza y
aprendizaje. Para lograrlo, es vital anticipar y abordar los posibles riesgos implicados, como los
sesgos algorítmicos, la deshumanización del aula o una excesiva dependencia de sistemas
automatizados que podrían recortar la esencia personal de la educación. Solo a través de un
enfoque crítico y reflexivo podemos crear experiencias formativas que realmente sean
enriquecedoras, equitativas y que pongan en el centro el desarrollo integral del ser humano. En
este escenario, los pedagogos tienen una responsabilidad crucial: deben asumir un papel
proactivo en la creación de políticas que regulen el uso de la IA en la educación. Somos
nosotros quienes debemos proponer no solo las normas, sino también las estrategias,
metodologías y actividades concretas que guíen el uso pedagógico de estas herramientas. Sin
una transformación profunda en nuestras concepciones y prácticas educativas una auténtica
revolución pedagógica no se podrá impulsar una revolución tecnológica real y efectiva en el
terreno educativo. La tecnología, por sí misma, no asegura calidad ni equidad; es la pedagogía
la que da sentido, dirección y propósito a su implementación.
CONCLUSIONES
La inteligencia artificial, aunque tiene potencial para transformar la educación, no
debería ser considerada como un reemplazo del maestro. Más bien, debe ser vista como una
herramienta valiosa que puede complementar y enriquecer la preciosa labor que realizan los
educadores.
Desde una perspectiva crítica, es esencial que la IA refuerce el rol transformador del
docente, preservando siempre ese elemento humano que es tan vital para el desarrollo integral
de los estudiantes.
El compromiso que tanto maestros como instituciones asuman con el uso ético de la
inteligencia artificial es indispensable. Solo así podemos asegurar que esta tecnología se
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convierta en algo accesible e inclusivo, siempre orientada hacia el crecimiento total de los
estudiantes.
La forma en que implementemos la IA en nuestras aulas necesita ir acompañada de
una reflexión constante, que considere sus implicaciones éticas, pedagógicas y sociales.
Asegurémonos de que todas las ventajas que ofrece se distribuyan de manera equitativa,
evitando perpetuar las desigualdades que ya enfrentamos. Es crucial que los docentes reciban
capacitación continua sobre el uso de estas tecnologías, para que puedan integrar la
inteligencia artificial de forma efectiva en sus prácticas didácticas, sin perder nunca de vista la
importancia de fomentar un aprendizaje crítico, creativo y reflexivo.
Aunque la integración de la IA en la educación ofrece un camino lleno de promesas, es
un terreno que debe ser recorrido con un enfoque crítico y responsable, sopesando tanto las
oportunidades que presenta como los desafíos que plantea.
Las investigaciones futuras en estas áreas son absolutamente vitales para construir un
entorno educativo que no solo aproveche al máximo las posibilidades que brinda la inteligencia
artificial, sino que también proteja lo más importante: el futuro de nuestros estudiantes.
Declaración de conflicto de interés
Declaro no tener ningún conflicto de interés relacionado con esta investigación.
Declaración de contribución a la autoría
Miguel Angel Miguez Gordillo: conceptualización, redacción del borrador original, revisión
y edición de la redacción
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